La pobre Infanta

SUPONGO que buena parte del país está deseando que se solucione –judicialmente o como sea– la posición de la Infanta Cristina. El vaivén con olor a santidad que se nos ha ofrecido no le favorece en absoluto; ni los precedentes viajes y estancias en Washington; ni las declaraciones de unos y otros; ni las falsas defensas a ultranza. La Infanta, desde muy jovencita, se acostumbró en La Caixa, donde trabajaba, a cuentas y a números. Sé positivamente que no es tonta, que se casó por amor (de ella) y que conoce la importancia de su sangre (que es como las demás, pero ha de estar aún más clara). Los jueces la están perjudicando con emisión de nubosidades; la prensa, dando noticias irrelevantes; los investigadores, no procurando la claridad rápida y exigible. Los ciudadanos sospechan que el amor es ciego; yo, estoy seguro. Iñaki Urdangarin es alto; fue atractivo; tuvo una novia con quien abrió un negocio de gimnasia o así. Todo eso está bien. O es discutible en el caso Nóos, fundado «sin ánimo de lucro» (menos mal, que si llega a tenerlo...). Pero ya es hora de que alguien, en este tema, abra los ojos.